Los narcos colombianos han sobrevivido durante 40 años a las batallas internas y al asedio de la autoridad porque aprendieron a mutar, en un negocio variante y complejo. Con la salida de las Farc del escenario de la guerra, comienza una nueva fase para el narcotráfico colombiano, que no solo pasa por el reacomodamiento territorial, las nuevas alianzas y los cambios en esa industria delincuencial, sino también por la consolidación de una forma de ser del narco, una nueva personalidad, si se quiere. De los ostentosos y violentos del siglo pasado, a los silenciosos, casi invisibles de hoy. Esa es la lectura de Insight Crime, una fundación dedicada a investigar el crimen organizado que acaba de publicar un informe que expone en nuevo panorama del negocio de la droga en Colombia.
"Es más probable que los narcotraficantes colombianos de hoy se vistan en Arturo Calle en vez de hacerlo en Armani, que usen zapatos clásicos europeos, en lugar de botas de cocodrilo, que conduzcan un Toyota en vez de un Ferrari, y que vivan en un apartamento de clase media alta, en lugar de habitar una mansión con grifería de oro. Tienen el aspecto de un hombre de negocios respetable". Así es como el informe describe a la nueva generación de narcotraficantes.
Pero para entender la nueva forma de ser del narco colombiano, Insight Crime expone las transformaciones de esa renta criminal, tan fuerte como décadas atrás, incluso más, con la intención de expandirse a mercados nuevos, y con un aprendizaje acumulado para sostener el negocio bajo la sombra.
Hasta su desarme, las Farc eran los jugadores protagónicos del primer eslabón del narcotráfico: la producción. Llegaron a controlar el 70% del territorio cultivado con coca, regulaban sus precios, protegían las rutas, exigían tributos y algunos frentes de guerra se encargaban también de la transformación de la mata en base o en cocaína.
Con el acuerdo de paz, en 2017 la guerrilla se retiró oficialmente y dejó un vacío enorme en el negocio. Sin embargo, no todos sus integrantes abandonaron el crimen y, por eso, Insigth Crime proyecta la aparición de un fenómeno que denomina las Farcrim, en comparación con las Bacrim, las estructuras residuales de las autodefensas que no se desmovilizaron.
Inicialmente, las disidencias más notorias, las del frente 1, se ubicaban en Guaviare. Desde allí se han extendido y juntado con otras disidencias. Ahora tienen influenCia en Meta, Caquetá, Guainía, Vaupés y Vichada, y por esa localización, controlan las principales rutas del narcotráfico hacia Brasil y Venezuela.
Insight Crime asegura que los disidentes están buscando conectarse con otros residuos de la guerrilla en todo el país. "Nosotros creemos que cuentan con unos 1.000 o 1.500 combatientes y milicianos. Es probable que su número aumente a medida que los guerrilleros vayan saliendo de las zonas de concentración, que se desilusionen del proceso de paz, o que deseen regresar a hacer lo que saben", dice el informe. Incluso, con la tajada del narco que controlan, tienen recursos para reclutar nuevos miembros, explican.
El informe, además, expone la teoría de que las Farc habrían conservado un brazo armado oculto, con acceso a armas, y presto para reactivarse en caso de que el Gobierno incumpla lo pactado o haya una campaña de asesinatos de líderes del movimiento político que crearon. Esa guerrilla "oculta", dice IC, podría estar a cargo del negocio aún en algunas áreas cocaleras, como Putumayo y Caquetá.
Tomada de: Semana
"Es más probable que los narcotraficantes colombianos de hoy se vistan en Arturo Calle en vez de hacerlo en Armani, que usen zapatos clásicos europeos, en lugar de botas de cocodrilo, que conduzcan un Toyota en vez de un Ferrari, y que vivan en un apartamento de clase media alta, en lugar de habitar una mansión con grifería de oro. Tienen el aspecto de un hombre de negocios respetable". Así es como el informe describe a la nueva generación de narcotraficantes.
Pero para entender la nueva forma de ser del narco colombiano, Insight Crime expone las transformaciones de esa renta criminal, tan fuerte como décadas atrás, incluso más, con la intención de expandirse a mercados nuevos, y con un aprendizaje acumulado para sostener el negocio bajo la sombra.
Hasta su desarme, las Farc eran los jugadores protagónicos del primer eslabón del narcotráfico: la producción. Llegaron a controlar el 70% del territorio cultivado con coca, regulaban sus precios, protegían las rutas, exigían tributos y algunos frentes de guerra se encargaban también de la transformación de la mata en base o en cocaína.
Con el acuerdo de paz, en 2017 la guerrilla se retiró oficialmente y dejó un vacío enorme en el negocio. Sin embargo, no todos sus integrantes abandonaron el crimen y, por eso, Insigth Crime proyecta la aparición de un fenómeno que denomina las Farcrim, en comparación con las Bacrim, las estructuras residuales de las autodefensas que no se desmovilizaron.
Inicialmente, las disidencias más notorias, las del frente 1, se ubicaban en Guaviare. Desde allí se han extendido y juntado con otras disidencias. Ahora tienen influenCia en Meta, Caquetá, Guainía, Vaupés y Vichada, y por esa localización, controlan las principales rutas del narcotráfico hacia Brasil y Venezuela.
Insight Crime asegura que los disidentes están buscando conectarse con otros residuos de la guerrilla en todo el país. "Nosotros creemos que cuentan con unos 1.000 o 1.500 combatientes y milicianos. Es probable que su número aumente a medida que los guerrilleros vayan saliendo de las zonas de concentración, que se desilusionen del proceso de paz, o que deseen regresar a hacer lo que saben", dice el informe. Incluso, con la tajada del narco que controlan, tienen recursos para reclutar nuevos miembros, explican.
El informe, además, expone la teoría de que las Farc habrían conservado un brazo armado oculto, con acceso a armas, y presto para reactivarse en caso de que el Gobierno incumpla lo pactado o haya una campaña de asesinatos de líderes del movimiento político que crearon. Esa guerrilla "oculta", dice IC, podría estar a cargo del negocio aún en algunas áreas cocaleras, como Putumayo y Caquetá.
Tomada de: Semana
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