Los efectos de la violencia sexual vinculada a los conflictos se dejan sentir durante generaciones debido al trauma, el estigma, la pobreza, los problemas de salud y los embarazos no deseados. A los niños concebidos como resultado de la violación en tiempos de guerra les etiqueta de “mala sangre” o “hijos del enemigo” y son marginados en el entorno social de la madre. Estos niños desarrollan problemas de identidad y de pertenencia mucho tiempo después del final del conflicto. La sociedad en la que viven raramente los acepta. Por otro lado, las condiciones poco higiénicas en la que se llevan a cabo los abortos son una de las causas principales de la mortalidad materna en situaciones de conflictos.
El estigma asociado a la violencia sexual puede durar toda la vida y, en ocasiones, tener consecuencias letales tanto para las personas que han sido violadas como para los niños concebidos en esa violación. El apoyo socioeconómico para la reintegración, encaminado a diluir el estigma y restablecer el tejido social, debería formar parte de todas las iniciativas de reconstrucción postconflicto.
En este día, fomentamos la solidaridad con las personas que han sobrevivido a la violencia sexual en los conflictos y son estigmatizadas por distintos motivos interconectados, como ser asociadas con grupos armados o terroristas y haber tenido hijos fruto de la violación a manos del enemigo. A menudo, a estas mujeres y niños se los percibe más como parte de los grupos violentos que como sus víctimas.
En ocasiones, estos niños quedan en un limbo legal, como apátridas, convirtiéndolos en objetivos fáciles para el reclutamiento por parte de grupos armados, la radicalización, la trata y la explotación. Todo ello afecta de manera amplia a la paz y la seguridad y a los derechos humanos. Sin embargo, la cuestión de los niños nacidos de la guerra no se ha incluido en el marco internacional de los derechos humanos, ni en el ámbito de la paz y la seguridad, convirtiéndolos así en víctimas sin voz.
El estigma asociado a la violencia sexual puede durar toda la vida y, en ocasiones, tener consecuencias letales tanto para las personas que han sido violadas como para los niños concebidos en esa violación. El apoyo socioeconómico para la reintegración, encaminado a diluir el estigma y restablecer el tejido social, debería formar parte de todas las iniciativas de reconstrucción postconflicto.
En este día, fomentamos la solidaridad con las personas que han sobrevivido a la violencia sexual en los conflictos y son estigmatizadas por distintos motivos interconectados, como ser asociadas con grupos armados o terroristas y haber tenido hijos fruto de la violación a manos del enemigo. A menudo, a estas mujeres y niños se los percibe más como parte de los grupos violentos que como sus víctimas.
En ocasiones, estos niños quedan en un limbo legal, como apátridas, convirtiéndolos en objetivos fáciles para el reclutamiento por parte de grupos armados, la radicalización, la trata y la explotación. Todo ello afecta de manera amplia a la paz y la seguridad y a los derechos humanos. Sin embargo, la cuestión de los niños nacidos de la guerra no se ha incluido en el marco internacional de los derechos humanos, ni en el ámbito de la paz y la seguridad, convirtiéndolos así en víctimas sin voz.
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