jueves, 23 de noviembre de 2017

EL TRIBUNAL QUE LES QUITÓ EL SUEÑO A LOS CRIMINALES DE GUERRA


Ratko Mladic, conocido también como el Carnicero de Bosnia, fue condenado a cadena perpetua en la última sentencia del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Durante la Guerra de los Balcanes, y al mando de tropas serbias, Mladic estuvo detrás de la masacre de 7.000 hombres y niños en Srebrenica, la deportación masiva de ciudadanos bosnios, decenas de violaciones y de haber ordenado el fuego indiscriminado con el que sus francotiradores aterrorizaron a la población civil durante el sitio y la posterior toma de Sarajevo.

Después de la guerra, en Bosnia y Herzgovina se eligen tres presidentes que representan a los bandos enfrentados. El representante bosnio le cede el poder a su contraparte serbia y éste a su homólogo croata en un ritual que se repite cada ocho meses hasta que termina el período de cuatro años para el que fueron elegidos. A pesar del prontuario por el que el general Mladic fue condenado, Milorad Dodik, el presidente serbio de Bosnia, no dudó en llamarlo un héroe y en rechazar la decisión dictada por el TPIY.

“En la situación en que en un espacio conviven tres pueblos y tres verdades sobre una guerra, donde lucharon todos contra todos, se hubiese podido llegar a un estado de normalidad si las decisiones del TPIY y de los tribunales bosnios fuesen objetivas y justas”, aseguró Dodik para quien el tribunal internacional, fundado por Naciones Unidas, tiene un sesgo contra los militares serbios.

El TPIY en Holanda, hace 24 años y en medio de la guerra que provocó el estallido del régimen comunista yugoslavo. Se trataba de la iniciativa más ambiciosa para impartir justicia por crímenes de guerra después de los tribunales de Nuremberg, donde se condenó a una parte importante de la dirigencia de la Alemania nazi.

El experimento, que en un principio fue recibido con escepticismo por su escaso presupuesto y la ausencia de un brazo policial propio, empezó a dar frutos. Al mando de su presidente, Richard Goldstone, el tribunal empezó a recolectar material probatorio, fue sumando testigos hasta alcanzar más de 4.500 y, tras una ardua tarea de filigrana política, obtuvo acceso a las fosas comunes que la guerra dejó en territorio bosnio.

El tribunal logró más de 80 condenas, fue pionero en reconocer la violencia sexual como crimen de guerra, contribuyó a la definición legal del genocidio y la esclavitud, y puso tras las rejas a un jefe de Estado en el poder, cuando en 2001 ordenó la detención del presidente serbio, Slobodan Milosevic.

También ayudó a sentar precedentes que, por un lado, dieron pie a la creación de instituciones como la Corte Penal Internacional y, por otro lado, permitieron casos emblemáticos como el de Hissene Habre, antiguo dictador del Chad, quien fue condenado en Senegal por crímenes contra la humanidad que incluían la persecución sistemática de tres grupos étnicos diferentes.

Más recientemente, en octubre de este año, un militar sirio de 32 años que había llegado a Suecia como refugiado fue juzgado por crímenes de guerra. La acusación se hizo a través de Facebook y permitió la primera condena en un conflicto de más de seis años. La noticia fue recibida con entusiasmo precisamente porque, de seguir la estela del TPIY, países ajenos al conflicto sirio podrían adelantar procesos contra los actores de esa guerra, acusados, entre otras cosas, de usar armas químicas contra la población civil y bombardear hospitales.

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