lunes, 8 de mayo de 2017

DE EMPLEADOS A CAPOS DE LA DROGA



Las autoridades pana-meñas interceptaron una lancha rápida cerca a las costas de México, proveniente de Tumaco, con 700 kilos de cocaína en su interior. El cargamento y los dos hondureños que la tripulaban quedaron detenidos. La Marina de ese país detuvo en sus aguas territoriales una embarcación procedente de Colombia con 930 kilos de coca. En el barrio Boston de Cartagena un allanamiento a una vivienda terminó con el hallazgo de 238 kilos de droga lista para exportar.

Estas tres operaciones, que permitieron decomisar casi dos toneladas de coca, ocurrieron en lugares diferentes, pero el mismo día: el pasado 3 de mayo. Las coordinó el grupo especial de investigaciones de la Dijín (SIU por sus siglas en inglés), la DEA, la Fiscalía colombiana y las autoridades centroamericanas. Con estas recientes aprehensiones de narcóticos la Policía y las Fuerzas Militares llegaron a 121 toneladas incautadas solo en los cuatro primeros meses de este año. Se trata de los golpes más recientes de la guerra contra las drogas, que ha cambiado y tiene nuevos jefes: los narcos mexicanos. Ellos eran los dueños de esos alijos de narcóticos.

Desde los años setenta hasta mediados de los noventa los mexicanos fueron ‘empleados’ de los grandes carteles como Medellín, Cali o el Norte del Valle. Su labor básicamente consistía en pasar a Estados Unidos la droga que los narcos nacionales enviaban desde Colombia. En los años siguientes la muerte, captura o extradición de los principales capos colombianos, así como la desarticulación de sus estructuras sicariales y financieras, marcó el final de las organizaciones poderosas en el país.

Pequeños narcos, bandas criminales y facciones de guerrilla quedaron al frente, principalmente, de las zonas de producción y procesamiento. Sin embargo, ninguno tenía la infraestructura y mucho menos el poder económico y militar para impedir que los mexicanos se apoderaran de toda la cadena del negocio. Por eso desde hace cerca de tres años no es extraño ver a mexicanos o enviados de los carteles de ese país en las selvas de Putumayo, Guaviare o Chocó, controlando la producción en los laboratorios de coca.

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